jueves, 8 de septiembre de 2011

el centro escolar como una organización

EL CENTRO ESCOLAR COMO ORGANIZACIÓN.

Si preguntáramos a un grupo de directivos qué palabra o palabras definirían mejor al Centro Escolar, quizá nos encontráramos con respuestas como éstas: "lugar de formación", "institución", "empresa", "comunidad", "organización", etc.
Sin duda, todas estas palabras aportan ideas válidas para acercarnos al concepto de Centro Escolar. Pero quizá, entre ellas, sea la de organización la que resulte más adecuada y operativa en la perspectiva que interesa a un directivo. Ahora bien, ¿qué es una organización y, por tanto, un Centro Escolar en cuanto se conforma como tal? Glosando a Mayntz (1982: 47), podemos destacar como rasgos distintivos de una organización los siguientes:
Tener unos fines y objetivos hacia los que se orienta, de forma consciente, ese grupo humano. Estos fines y objetivos se explicitan en los Planes Institucionales y son el primer gran elemento de toda organización.
Tener una configuración racional, expresada en forma de funciones, órganos, recursos y relaciones y adecuada a la consecución de los fines y objetivos.Es decir, tener una Estructura, que representa un segundo gran elemento.
Formar una totalidad articulada, lo que supone la existencia de relaciones internas, tanto de carácter formal como de carácter personal e informal. Ambos aspectos representan el mundo relacional, que en el primer caso pertenece al ámbito de la estructura y en el segundo constituye el Sistema Relacional, o tercer gran elemento de la organización.
Considerar el Centro Escolar como una organización nos permite destacar algunos rasgos que su funcionamiento un tanto burocrático tiende a desdibujar. Así suele ocurrir en los Centros que los fines y objetivos de diversa índole (educativos, didácticos, de gestión, etc.) simplemente se supongan, sin que haya una definición de los mismos ni una reflexión común de toda la organización en torno a ellos. Este fenómeno, que se pone de manifiesto constantemente en los planes institucionales que elaboran los Centros, debiera ser contrapesado con la acentuación de una perspectiva que podríamos llamar de finalidad.
Otro hecho que en la vida de los Centros tiende a ocultar su naturaleza organizacional es la ausencia de planteamientos conscientemente (al menos en forma explícita, lo que favorecería su interiorización por toda la organización) sistemáticos que relacionen objetivos, medios y métodos en la triple perspectiva del corto, medio y largo plazo. Superar esta tendencia es una tarea ardua, en la medida en que supone un cambio cultural profundo en la mentalidad docente. Por esta razón deber ser compensada con una acción directiva de carácter sistemático.
Resulta, por último, frecuente la disgregación de la "totalidad Centro Escolar" en diversidad de órganos, departamentos, ciclos, aulas, etc., frecuentemente inconexas y que aportan discrepancias profundas, cuando no contradicciones. Su ser organizacional exige en este sentido una seria, permanente y constante actividad coordinadora.
Finalidad, sistematicidad, coordinación son tres principios que deben presidir la acción directiva en una organización que, como se verá muy pronto, es proclive a la desestructuración.
El Centro Escolar , una organización peculiar
como directivos hay que aprovechar algo de las investigaciones, de los planteamientos y del sustrato técnico que la teoría de la organización nos aporta para su comprensión y mejor funcionamiento. Permanecer de espaldas a esta riqueza sería un error que no podemos permitirnos y constituiría un handicap importante para el propio desarrollo de las tareas directivas.
No obstante, no se defiende aquí un traslado mimético del modelo de otras organizaciones, en especial las económicas, a las escolares. De hecho rechazamos como inapropiada la palabra "empresa" para su definición. Tampoco queremos perder de vista la percepción real y cotidiana que de la organización escolar tienen sus componentes y, especialmente, sus Equipos Directivos. Ellos son conscientes de que lo dicho hasta ahora queda plasmado en la vida de los Centros Educativos y lo perciben como algo que tiene que ver más con el "deber ser" que con el "ser real" de las cosas. Quizá inconscientemente se están haciendo eco de las corrientes críticas de la teoría de la organización aplicada a la Escuela, dos de cuyos representantes son el "enfoque interpretativo-simbólico" y el "enfoque micropolítico", en expresión de S. J. Ball (1989)1.
Estas razones nos llevan a analizar la organización escolar, especialmente la pública, en otra perspectiva: la de su peculiaridad.
Las características más importantes que hacen del Centro Escolar una organización peculiar son las siguientes:
- Su estructura burocratizada.
- Su débil cohesión.
- Ser una comunidad.
La Escuela, una organización burocrática.

La burocratización de los sistemas educativos ha sido paralela a la expansión de la educación de masas; de hecho ha sido una respuesta a la tarea social, urgente y compleja, de la escolarización universal. Utilizamos con frecuencia el concepto de burocracia; conviene detenerse en él.
Según Weber, la burocracia como modelo organizativo significa un intento de introducir racionalidad en las organizaciones, especialmente en las de carácter público. Por eso, entre las características más importantes de una organización burocrática es preciso mencionar que tienen:
- Funciones claramente delimitadas a las que corresponden áreas jurisdiccionales compartimentadas y fijas.
- Principios de jerarquía, muchos niveles de autoridad y un sistema firmemente ordenado.
- Una administración planificada según líneas generales de acción estables, basada en reglamentos escritos y altamente impersonal.
Aplicada a los Centros Escolares la burocratización podemos observarla en la propia organización del sistema educativo: en la clasificación de los alumnos por edades y tipos de estudios, en la normativa que regula la construcción de los edificios, en la asignación del profesorado, en sus normas de reclutamiento, contratación y organización, en la constante referencia a la norma, etc. Todo ello conforma una organización de estructura muy impuesta, en palabras de D. Isaacs (1983: 26).
Es evidente que, más allá de su necesidad e indudables ventajas, esta estructura representa el modelo "máquina" (de corte industrial y representativo de los primeros estadios de la teoría de la organización), queda muy lejos de la versatilidad que precisa la organización escolar y puede dejar escaso margen de maniobra a la acción directiva.
Hoy día este planteamiento burocrático crea disfunciones y tiene consecuencias negativas para la organización escolar:
- Las relaciones del Centro con el suprasistema administrativo resultan lejanas e impersonales, por lo que su identificación con él resulta excesivamente difícil.
- Se acentúa, en todos los niveles, la interiorización de las normas que rigen los procesos en detrimento de los objetivos, que quedan difuminados y no interiorizados (así, los padres problematizan en exceso el "incumplimiento" del profesorado; el alumnado se fija ante todo en las calificaciones; el profesorado tiende a actuar bajo el mínimo normativo; la Dirección puede "administrativizarse" y no actuar en términos creativos, etc.).
- El rendimiento, muchas veces basado en la realización de actividades más que en la consecución de los objetivos, tiende a disminuir, lo que refuerza la tendencia contraria de un mayor control y supervisión.
- Es normal, por último, una fuerte resistencia al cambio.
Ahora bien, la nueva ordenación del sistema educativo abre a los Centros interesantes perspectivas para superar este estado de cosas. La posibilidad de contar con un Proyecto Educativo proporcionará al Centro una identidad más propia; la de elaborar el Proyecto Curricular favorecerá autonomía en el ámbito pedagógico; la economía, aún tímida, permite adaptar los recursos a las propias necesidades, etc.
No obstante, la autonomía organizativa sigue siendo la asignatura pendiente, no sólo por la fuerte imposición de estructuras, sino por la escasa decisión de los Centros para desarrollar aquella de que disponen.

La organización escolar, como una organización débilmente cohesionada
Tanto los estudios actuales sobre las Escuelas como nuestras propias experiencias diarias ponen de manifiesto que la Escuela, a pesar de la rígida estructura impuesta que acabamos de describir, padece una fuerte desestructuración. Las finalidades, excesivamente difusas; los resultados, muy ambiguos y difíciles de cuantificar; el fenómeno de inversión de poder que se produce en ellas, la escasa discrecionalidad de poder de que goza la Dirección, la supeditación que muchas veces tiene la autoridad formal (el Director o Directora, por ejemplo) a la autoridad del experto (el profesor de materia), el difuminado límite que separa a los órganos staff o de apoyo de los de la "línea", etc., contribuyen a esa desestructuración, son otras tantas causas que inciden en el "desacoplamiento" o incoherencia interna que se constata en los Centros Escolares.
por ende hay que entender que la organización es más que una estructura racional, observable y previa a los sujetos que la componen, una "construcción interna, reflejada en formas propias de entender, interpretar y actuar" (perspectiva interpretativa), o bien que "la organización no es más que el resultado de la coalición posible entre sus miembros" (perspectiva micropolítica), puede ayudarnos a comprender la realidad escolar y, desde luego, la función directiva como "rol".


El Centro Escolar, es una COMUNIDAD
Podemos decir que las actuales direcrices e ideas fuerza de la politica educacional configura el Centro Escolar como una comunidad. Es decir, propone la organización y el funcionamiento de los Centros Educativos bajo unas estructuras con mayor participación de todos los actores. En un cierto sentido, nos acercaría a este ideal de organización la definición de comunidad dada por Tonnies como "sociedad de solidaridad natural". Probablemente, además, ésta sea su mayor peculiaridad.
Más allá del referente legal, esta tendencia hacia la solidaridad natural viene exigida, por las siguientes realidades:
1. La formación y el aprendizaje, de la persona exige una solidaridad natural entre alumno o alumna y profesor o profesora a la hora de:
- Definir los fines y objetivos a conseguir.
- Plantear las estrategias de aprendizaje.
- Establecer la metodología y planes de acción.
- Realizar una evaluación formativa de los resultados.

2. La dimensión no académica de la formación del alumnado (socialización, orientación, preparación para la vida, etc.), especialmente en los jóvenes, se consigue en la participación y en la comunidad de intereses que supone la cogestión de la célula viva "Centro Escolar".
3. La necesidad de este ejercicio de solidaridad aumenta desde la perspectiva del sistema externo y con la futura y creciente autonomía de los Centros. En efecto:
- Han de ser los padres y alumnos, junto al profesorado, los que marquen la conformación peculiar, entre muchas posibles, de cada Centro.
- Entre todos deberán afrontar la utilización de los recursos que la sociedad pone en sus manos para cumplir sus fines.
- Entre todos (alumnos y alumnas, profesores y profesoras) evaluarán los resultados de su acción formativa; también en el Consejo Escolar se evaluará el funcionamiento completo de la organización.
Todo lo dicho hasta ahora exige, en nuestros Centros Escolares, una cultura de la participación que "supera los planteamientos meramente técnicos y estructurales de la misma..." y que "no deja de suponer un auténtico choque cultural, en el sentido más profundo de la palabra, que exige un cambio que afecta a los estamentos más profundos de la persona y de los grupos..." (R. Pascual, 1988: 41).
Pero esta cultura se ve obstaculizada por una serie de problemas que hacen de la participación escolar y, por tanto de la organización comunitaria, algo enormemente complejo. Entre otras cuestiones queremos destacar tres aspectos:
a) La Escuela, hoy día, no sólo tiene asignada la función de educación, formación y socialización de los alumnos. En la práctica, la sociedad meritocrática le ha asignado una cierta tarea de selección y ordenación de los flujos de ese mismo alumnado de cara a la vida profesional. Siendo esto así, padres y alumnos pueden llegar a ver en la misma un obstáculo a superar y en el profesorado una especie de instrumento posibilitador, y a la vez juez de ese mismo proceso de selección. A nadie se le escapan las consecuencias que esta realidad tiene en el funcionamiento de los Centros Escolares y las interferencias que supone para su vida comunitaria.
b) La Escuela es también una institución donde tienen lugar relaciones laborales, con toda la conflictividad típica de las mismas. En ella se reproducen, lógicamente, las tensiones organización-trabajador, aumentadas, en nuestro caso, por todo el universo de problemas definido como "malestar docente". Además, la propia estructura participativa hace más complejas esas mismas relaciones con la presencia en los órganos de decisión del propio "usuario de la educación" y de su derecho al control social.
c) Una tercera fuente de problemas tiene su origen en el funcionamiento mismo de las estructuras participativas. La ineficacia, una cierta incoherencia, la dificultad para la toma de decisiones, etc., unidas a ciertas connotaciones negativas que rodean al Centro Escolar (inhibición, desilusión) pueden llegar a cerrar los caminos de acceso a esa solidaridad natural pretendida.
Todo este conjunto de problemas hace que la disonancia entre la estructura jurídica, su fin pretendido y la cultura real sea la base cotidiana del funcionamiento participativo de nuestros Centros. Y, sin embargo, en la superación, o al menos atenuación, de esta disonancia se juega el éxito de la tarea educativa y la consecución de los objetivos asignados a los Centros Escolares. Por ello, lejos de implicar inhibición, habría de constituir el reto de un camino a recorrer, por más que la meta sea lejana o nunca totalmente alcanzada.
En todo ello, la Dirección del Centro Escolar ha de destacarse como el motor de esa culturización axiológica de la participación y como formadora de los grupos. Ambos aspectos no hay que entenderlos simplemente como instrumentos para la solución de problemas organizacionales, sino como el mejor vehículo de educación y aprendizaje.

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